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Entrevistas

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José Sarmiento

En José Sarmiento conversan y conviven los extremos: la persona, positiva y tranquila pero ambiciosa, quiebra en una quieta armonía la obra, donde todo atisbo de tranquilidad desaparece. La narración drámatica en su pintura capta al espectador a través del afecto, la tensión y la violencia.

 

Ser pintor no fue una decisión consciente; simplemente empezó a hacerlo y se convirtió en su medio predilecto de expresión. Nuestro artista colombiano se siente atraído por la pintura y sus capacidades comunicativas: una comunicación alejada de lo verbal. “No piensas con las palabras, piensas a través de la pintura, es otra forma de pensamiento más profunda; a partir de los materiales y del cuerpo”. Según Sarmiento, hay un espacio entre lo que esperas hacer (las expectativas), y en cómo las rediriges al movimiento, sobre el que no tienes control. “Entre estas dos fases hay un espacio enorme, el de dirección y pérdida”. De esta forma, hay un encuentro de lo consciente con lo inconsciente.

Entre la pasión y la calma, la constante en José es la creatividad. Siendo él mismo la confluencia de diversas facetas y estados, su obra artística es el resultado de las infinitas inquietudes artísticas que nutren su visión. Con su pintura aporta una mirada perspicaz e inteligencia, sugestivas conexiones entre literatura, cine y pintura, y un contagioso entusiasmo que le lleva a declarar “lo chévere que es el arte”. Su pintura es el choque de todas las disciplinas que ama: piensa en sus proyectos como una narración, coge un momento, un encuentro y lo plasma al más puro estilo barroco. Hay una fuerte presencia de la sexualidad y la homosexualidad. Por lo general muestra dos cuerpos donde hay un anhelo por devorarse afectivamente. Muestra los límites difuminados del cuerpo durante el sexo, mostrando la parte animal del cuerpo masculino. En su trazo hay cabida para lo biográfico y lo fantástico. La fantasía de la homosexualidad,  por su histórica relación con lo prohibido, lo oculto, para él volcado en la magia. 

Mientras los espectadores salivan por conocer el final de la historia, José toma un único extracto de su narración interna para dar pie a la imaginación. El antes y el después es a elección del consumidor. Para llegar a este punto, recolecta imágenes. A partir de ellas escoge los materiales que mejor se ajusten y empieza a trabajar sobre ello, siendo los colores pasteles y el papel de transparencia sus favoritos. Su proceso artístico se basa en la contemplación, en el pensamiento, y posterior ejecución.  Aún así, le inspiran los procesos rápidos; José no da oportunidad al aburrimiento.

Caín, Abel, fue una de sus cuatro exhibiciones en solitario. Ésta fue la confrontación de los opuestos: obras de diferentes recursos en perfecta conexión. En ella, configuró un discurso a partir de la diferencia. Algo así como la propia metáfora del artista.

 

Una de sus mayores inspiraciones es la alemana Pina Bauch, una de las pioneras de la danza teatro. La idea de repetición y liberación del movimiento sedujo a José. Pero sobre todo, la filosofía que salvaguarda Bauch: la constancia que lleva a la soltura. Esa hipotética espontaneidad de la danza, en palabras de Sarmiento, se debe a la continua repetición y a su verdad poética.

 

De Alemania le encandiló su historia pictórica, tanto el expresionismo como los pintores contemporáneos. De Leipzig y de Pilotenkueche espera aprender de las personas que residen con él, tener otras perspectivas y nutrirse del proceso artístico externo. De sí mismo, busca generar empatía con el público y transmitir su mensaje interior a partir de esa comunicación tan particular: la pintura.

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Henrike Pilz

Pilz trató de acallar sus impulsos artísticos. Siendo hija de una pintora, fue consciente de los problemas de ser una mujer artista. Por ello, empezó sus estudios en historia, pero no le hacían feliz. Finalmente,  se guió por lo que le pedía el cuerpo e inició su carrera pictórica. En la búsqueda de su propio estilo, indagó en la pintura realista, pero ésta le resultó "una cuestión de práctica, en la que no necesitas pensar". Resultándole insuficiente, investigó en los movimientos históricos y en las diferentes estéticas para descubrir su propia voz.

Cy Trombly, Joseph Beuys, Silvia Baechli, Marcel Duchamp; sus principales fuentes de influencia son evidentes cuando contemplas su obra. Pilz se siente atraíada por los conceptos artísticos y por el cambio de perspectiva a través del arte: en primer lugar la suya y, afortunadamente, la conciencia del público. 

Pintar es un acto impulsivo y una forma de limpiar sus pensamientos. Mientras pinta, la alemana asegura entrar en trance; un estado en el que pensar se vuelve más sencillo. Henrike se inspira con el propio proceso pictórico, donde la intuición también tiene lugar.

Desde pequeña, su cabeza estaba llena de ideas y de preguntas. Finalmente, esa niña se decantó por el campo de la investigación y la posterior plasmación pictórica; una manera de compartir su curiosidad. Uno de sus objetivos es hacer arte para la sociedad y fomentar la empatía.

Pero la artista no se limita a la pintura. El documental "XXS - decompose, a strategy"(2016), fue hecho por Henrike y su equipo. Éste trata sobre el gobierno y la política de la República Democrática Alemana durante la Guerra Fría a través de entrevistas con cuatro personas hablando sobre sus vidas personales.

Cuando las ideas llegan, siente que algo brota dentro de ella. Para que esto suceda, su método de inspiración consiste en pasar tiempo consigo misma. Siguiendo el estilo-Pollock, Pilz toma el suelo como lienzo y lanza los colores directamente desde los botes de pintura. Mientras usa estos instrumentos para mostrar su mundo interior, el proceso se desarrolla de forma lenta: observando y pintando. Su instrumento principal es el bote de pintura, el segundo la brocha con la que incide en los detalles. La franqueza y la claridad serían la constante en este proceso.

Contraria a la idea institucional que relaciona artista con ídolo, el verdadero éxito para Henrike se basa en su desarrollo personal a través del arte y en estar a gusto consigo misma. Sin embargo, impresionar e inspirar al público con su arte abstracto compartiría lugar con su satisfacción personal.

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Eliana Jacobs

Al traspasar las cortinas translúcidas entramos en una nueva atmósfera. Éstas, dejan intuir lo que se gesta en su interior; condensan los pensamientos de Eliana Jacobs. Apoyando las palabras de Virgina Woolf en “Una habitación propia”, la canadiense toma y manipula el espacio en Pilotenkueche, su propio espacio, como el lugar fértil de creación. Sutileza, calma y consciencia; estas son las constantes en su obra. Sin embargo, su paz creativa se entremezcla con una de sus desconocidas pasiones. Declarándose tímidamente fan del metal, Eliana admite la existencia de irónicas conexiones con su arte contemplativo.

Dada su descendencia judía, acudió a cursos enfocados en el arte judío tradicional, donde descubrió el papercutting. Desde entonces, esta práctica se convierte en parte de su trabajo debido a sus cualidades meditativas y táctiles. Con su uso, la simbología de su obra se refuerza, recalcando el concepto que la recorre: el homenaje a la cultura judía, a su propia historia, así como una herramienta de autoexaminación. Eliana creció con el trauma intergeneracional en su familia. Nieta de tres supervivientes del Holocausto y bisnieta de víctimas a manos del regimen Nazi, Eliana decide investigar sobre la Shoá como parte de su trabajo artístico.

El proyecto que está desarrollando en Pilotenkueche se llama Re-Emergence, donde examina el renacer de las plantas, de la vida, en los antiguos campos de concentración. Con esta investigación producirá una serie de collages a partir del papercutting inspirados en sus hallazgos. Entre las infinitas capas de interpretación, Eliana lanza la pregunta:

¿Cómo podemos permitir que las plantas, los bosques y el paisaje natural reclamen sus territorios sin dejar que oculten las atrocidades que ocurrieron en esa misma tierra?

Eliana es una  artista interdisciplinar, sedienta en la búsqueda de una experiencia completa. Su curiosidad la llevó, entre otras cosas, a la gimnasia. Siendo poco competitiva, decidió abandonar las clases y encontró otro amor: el circo. Las contorsiones, equilibrios y acrobacias se abrieron ante ella como la plataforma perfecta para la autoexploración artística y el análisis del movimiento y el cuerpo. Su objetivo en desarrollo es conseguir incorporar el circo con el resto de sus prácticas artísticas.

De alguna manera, su interés y aprecio hacia el arte fue marcada por la influencia parental. Con 2 años, su madre le presentó a Monet y su atmósfera floral. Más tarde, escucharía a Bach con su padre. Impresionismo, barroco, arte medieval… Eliana estudió historia del arte donde entró en contacto con las que serían las influencias de su obra.  Estas estéticas se manifestaron en el imaginario de Jacobs para fundirse con su arte contemporáneo: al fin y al cabo, su obra es la corporeización de su calma interior, sus pensamientos  y sus inquietudes.

En una conversación con Beau Dick [artista y jefe Kwakwaka’wakw (Indígena de la costa noroeste)] sobre la relevancia del lenguaje y la relación de ésta con la cultura, Dick le soltó, “¿y tú, hablas tu lengua?”. En ese momento, se dio cuenta de que el olvido de su lengua la distanciaba de su propia cultura. Poco después, empezó a crear en torno a sus raíces; su familia, su cultura y su lengua.

Eliana defiende el arte como un instrumento educativo irrefutable, donde los conocimientos antiguos y los nuevos se entrelazan. La artista dedica mucho tiempo en su día a la reflexión, a la búsqueda del concepto. En su pequeño universo interior, custodiado por las cortinas de su estudio, cada pequeño detalle tiene su razón. Su método de trabajo se basa en la repetida reflexión y la contemplación. En lugar de dar respuestas, plantea preguntas al espectador. Estas preguntas no deben ser respondidas necesariamente, sino consideradas. El diálogo, el contacto, la difusión de la tolerancia y la diversidad cultural son algunas de sus respuestas.

Actualmente, está colaborando en un proyecto de música con Ben Osborn (judío, procedente de Reino Unido establecido en Berlín). Con la base electrónica de Osborn y su voz entrenada en canto clásico, reinterpretarán la música tradicional judía en lo contemporáneo. En Leipzig en general, y en Pilotenkueche en particular, Eliana ansía avivar su investigación, con el objetivo de entender el presente y descubrir quién es ella misma.

 

y tú, ¿tú también quieres traspasar las cortinas?

 

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